La segunda parte del Curso de Formación Permanente de la Facultad de Teología de Valencia tuvo como protagonista a José H. Prado Flores, más conocido como Pepe Prado, un evangelizador laico que fundó y dirige las Escuelas de Evangelización San Andrés, presentes ya en más de 70 países de todo el mundo. Son más de 2.000 las escuelas que ya funcionan “y no porque seamos muy buenos, sino porque realmente se necesitan”.
Pepe Prado, fiel a un estilo ameno, cercano y en ocasiones provocador, comenzó su presentación insistiendo en la importancia del kerigma o primer anuncio de Jesús: “si el primer anuncio nace bien, continuará bien. Si no es así, no podemos esperar frutos”, dijo. Hacer de manera correcta este primer anuncio será necesario para conseguir personas “que lleguen al discipulado”. Alcanzar dicho discipulado “será lógico, sencillo y natural”.
El mexicano, que se encuentra en España haciendo una pequeña gira en la que participará en diferentes actos de evangelización, repitió muchas veces una premisa: “El único contenido del kerigma es Jesús”. Después, según Prado, “viene todo lo demás”.
Quiso poner el mismo ejemplo que utilizó durante el Sínodo de los Obispos de 2012, sobre Nueva Evangelización. “El desarrollo de la fe es como un partido de futbol”, afirma, “el primer tiempo es el kerigma y el segundo tiempo es la catequesis. Van unidos, son interdependientes, pero el segundo tiempo sólo viene después del primero”. “La catequesis, la moral, la liturgia tienen que estar impregnados del kerigma”, dice Pepe Prado.
El objetivo del kerigma es “traspasar el corazón con el encuentro con Jesús”, continuó el director de las Escuelas San Andrés. Cree que “para ser un buen evangelizador tienes que dar testimonio de lo que has visto y has oído”. En este sentido, cada persona “encontrará una experiencia única e irrepetible de su encuentro con Jesús”.
Recordó la figura de Pablo e insistió en el hecho de que “a evangelizar sólo se aprende evangelizando”. Como ha comentado en otras ocasiones, tiene “miedo a la parálisis evangelizadora”. También considera esencial “haber tenido un abrazo con el resucitado, un contacto afectivo con Jesús”, como lo tuvo María Magdalena. El último personaje que utilizó fue a Andrés, que llevó a su hermano Simón a conocer a Jesús: el evangelizador debe ir a buscar al hermano para contarle que ha encontrado al Mesías, “eso es el kerigma. Eso es el catecumenado”.
Pepe Prado considera que “en la evangelización y en la predicación el gran ausente es la Palabra de Dios” que “tiene un poder intrínseco”. Se reconoce un “enamorado” de la Biblia. Por ello insiste que actualmente hay que “hacer amar la Palabra de Dios y utilizarla”.
Acabó el mexicano contando su experiencia desde una triple conversión. Su “primera conversión fue de justo a hijo”. Diez años después tuvo la segunda: “de evangelizado a evangelizador”. Tras un periodo similar, llegó su tercera conversión: “de evangelizador a formador de evangelizadores”.
