Miguel Navarro Sorní, catedrático de Historia de la Iglesia de la Facultad de Teología San Vicente Ferrer, fue el encargado de ofrecer la segunda conferencia del Curso de Formación Permanente 2020 para sacerdotes. Su presentación se centró en los Sínodos valencianos. ¿Qué han pretendido los sínodos diocesanos?, dentro del estudio histórico de la realidad sinodal que vivimos en la Archidiócesis de Valencia.
Este año la formación permanente se ha centrado en reflexionar sobre las dimensiones eclesiológica, histórica, pastoral y teológica del Sínodo. Presentó la sesión y al ponente el vicedecano de la Facultad y uno de responsables del curso formativo, Santiago Pons. En esta segunda sesión del Curso participó el nuevo obispo auxiliar de Valencia, monseñor Vicente Juan Segura.
El profesor Navarro empezó su exposición señalando que desde el comienzo «la sinodalidad se manifiesta como garantía y encarnación de la fidelidad creativa de la Iglesia a su origen apostólico y a su vocación católica». Ya en el siglo III el Obispo de Cartago, san Cipriano, «formulará el principio sinodal que regirá la vida de la Iglesia» ya que desde el principio de su episcopado «se decidió a no decidir nada por su cuenta sin el consejo de sus presbíteros ni diáconos ni el consenso del pueblo».
Apuntó Miguel Navarro que la primera asamblea sinodal celebrada en Valencia fue el Concilio Provincial Valentino del año 546, «una reunión de la provincia eclesiástica cartaginense a la que se había incorporado Valencia tras desgajarse de la tarraconense». Se trata del único sínodo celebrado en la ciudad del Turia durante la antigüedad cristiana.
La antigua tradición sinodal valenciana se verá paralizada hasta la reconquista de Jaume I y la reinstauración de la Diócesis. Así, entre los siglos XIII y XIV se celebran 24 sínodos, doce en cada uno de esos siglos. Cinco se reunirán en el siglo XV, nueve en el XVI y solo cuatro en el XVII, después de lo cual no se celebrará ningún otro hasta la segunda parte del XX, el del Arzobispo Olaechea en 1951 «al que le siguió en 1986-87 el del Arzobispo Roca Cabanellas». En total se han celebrado 45 sínodos diocesanos.
Tras esta presentación, Miguel Navarro explicó, a grandes rasgos, lo que pretendieron los diferentes sínodos celebrados desde el siglo XIII. Destacó aquí los ocho celebrados entre 1255 y 1273 durante el pontificado de fray Andrés de Albalat. Después se sitúan los siete sínodos convocados por el Patriarca san Juan de Ribera. Para conocer todos los detalles de estos sínodos, os invitamos a ver el vídeo completo de la conferencia, que está disponible más abajo.
De cualquier manera, sí queremos destacar algunas de las conclusiones que nos dejó el profesor Navarro en relación al último Sínodo celebrado en nuestra Diócesis, el del Arzobispo Miguel Roca Cabanellas. Le animó a convocarlo el espíritu nacido del Concilio Vaticano II y la «eclesiología de comunión, de colegialidad, que el Concilio impulsó, con una visión de la Iglesia como pueblo de Dios donde prima la común vocación, dignidad y misión de todos los miembros de la Iglesia frente a la rígida jerárquica anterior».
A partir de ese momento, los sínodos adquieren un cariz «claramente pastoral y más participativo, con la implicación en los mismos de toda la comunidad cristiana, incluidos los laicos».
Recordó el ponente que los principales objetivos del Sínodo de 1986-87 fueron tres:
- Profundizar y continuar la recepción del Concilio Vaticano II en la Diócesis.
- Concienciar a la Iglesia diocesana de su misión evangelizadora.
- Organizar mejor los recursos de la Diócesis y toda su actividad pastoral a la luz de los documentos del Concilio y postconcilio «en especial del nuevo Código de Derecho Canónico, acomodando a él la legislación diocesana».
Opina Navarro Sorní que este Sínodo «supuso una auténtica dinamización y renovación de la Diócesis». «Fue un verdadero hito eclesial y ojalá el próximo Sínodo alcance la altura de este y dé los mismos frutos de renovación diocesana», afirmó el catedrático.
En suma, concluyó Miguel Navarro, «podemos estar orgullosos de la rica tradición sinodal valentina, que deberíamos estudiar más, no solo para conocer mejor la historia de nuestra Iglesia Diocesana sino para servirla mejor».