Cuando el Papa Pablo VI, el 27 de septiembre de 1970 proclamaba a Santa Teresa de Jesús como la primera doctora de la Iglesia, estaba ratificando algo que ya muchos habían intuido acercándose a su basta doctrina espiritual. Este 2020 se cumple el 50 Aniversario de la proclamación de la Santa de Ávila y la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia ha organizado una conferencia para celebrar dicha conmemoración.
José Carlos Gimeno Granero o.c.d., catedrático de la institución teológica, ofreció el 14 de octubre de 2020 la charla Santa Teresa, doctora de la Iglesia. Fue en el salón de actos de la Facultad de Teología de Valencia (C/Trinitarios, 3).
San Pablo VI, un gran intelectual, de gran profundidad humana, cultural y espiritual, en los años 70 quiso indicar a las mujeres de todos los continentes un ideal femenino y cristiano a seguir y contemplar en la vida cotidiana. Teresa de Ávila fue la primera mujer de la historia en ser proclamada doctora de la Iglesia seguida, tan solo una semana después, por el doctorado de Santa Catalina de Siena o.p. En ese breve periodo el Sumo Pontífice subrayó la importancia de la presencia y la contribución de la mujer en la Iglesia y en la sociedad.
En su homilía del 27 de septiembre de 1970, no sin emoción, Pablo VI declaró sobre Santa Teresa de Jesús: «La vemos aparecer ante nosotros como una mujer excepcional, como una monja que, velada en la humildad, la penitencia y la sencillez, irradia a su alrededor la llama de su vitalidad humana y su vivacidad espiritual; luego como una reformadora y fundadora de una Orden religiosa, histórica y distinguida; una escritora brillante y fecunda a la vez, una maestra de vida espiritual, una incomparable e incansable contemplativa activa».
Estas pocas líneas resumen toda la persona de Teresa de Ávila, que fue de hecho una mujer extraordinaria por su sencillez y encanto místico que atrajo, y sigue atrayendo, el interés de muchas personas. Tenía un corazón «viril y virtuoso», es decir, lleno de la audacia de quienes aman sin reservas: «Convenzámonos, hijas mías, de que la verdadera perfección consiste en el amor a Dios y al prójimo. Cuanto más precisamente observemos estos dos preceptos, más perfectas seremos».
Santa Teresa de Jesús
Teresa de Ahumada nació en Ávila el 28 de marzo de 1515. Su padre, Alonso de Cepeda, tras quedar viudo y con dos hijos, contrajo matrimonio con Beatriz de Ahumada. Teresa fue la tercera de los diez hijos que tuvo la pareja. Creció en un ambiente muy religioso, en el que desarrolló una llamativa sensibilidad por lo trascendente desde muy temprana edad. En una sociedad analfabeta, sus padres la aficionaron precozmente a la lectura.
A los trece años perdió a su madre. Este golpe y las crisis propias de la adolescencia agravaron un problema afectivo que arrastraría dolorosamente hasta su conversión definitiva. Ya en el internado de Santa María de Gracia, tomó la determinación de ser religiosa, tras un fuerte combate interior. Cuando su padre quiso impedir su entrada en el Carmelo de La Encarnación, Teresa se fugó, no sin mucho pesar. Sus hermanos también dejaban el hogar rumbo a las Américas en busca de fortuna. Tenía 20 años y quería ser libre para conquistar su propio destino.
En La Encarnación vivió 27 años. En 1537 profesó y, transcurrido apenas un año, le sobreviene una extraña enfermedad. Cuenta ella que se curó gracias a la intercesión de san José, aunque con secuelas que padecería toda su vida. Tenía 27 años y, en adelante, la enfermedad se convirtió en su fiel compañera.
Durante el periplo de su enfermedad, tomó contacto con el misticismo franciscano a través de la lectura del Tercer Abecedario de Osuna, muy importante en su evolución espiritual, pues la introdujo en la oración de recogimiento. De nuevo en el monasterio, el reclamo interior a la soledad y la oración se vio obstaculizado durante años. Por una parte, el ambiente no era propicio. Casi 200 mujeres convivían dentro del monasterio, en el que destacaba la extraordinaria personalidad de Teresa. Su constante presencia en el locutorio era obligatoria, pues atraía las visitas de quienes dejaban buenas limosnas. Pero además, esta intensa vida social que la apartaba de la oración no le disgustaba, compensaba su desbordante afectividad.
En 1554, ante una imagen Cristo “muy llagado” comienza su transformación. En adelante, ya no será el temor lo que la mueva, sino un profundo amor a quien la ha amado primero. Dos años más tarde, se produce la conversión definitiva. El Espíritu Santo irrumpe en su alma y la sana, quedando libre de sus problemas afectivos. El fruto de su conversión fue una fecunda actividad como fundadora y escritora que se prolongó hasta su muerte.
Santa Teresa de Jesús murió el 4 de octubre de 1582 en Alba de Tormes. Fue beatificada por Paulo V en 1614, canonizada por Gregorio XV en 1622 y proclamada doctora de la Iglesia por Pablo VI en 1970. Fue la primera mujer a la que se le concedió dicho título.
Os dejamos con la conferencia completa ofrecida por el Padre José Carlos Gimeno.