El profesor Eduardo Toraño, de la Universidad San Dámaso (Madrid), que ha participado en el congreso mariológico internacional organizado por la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de la Universidad Católica de Valencia (UCV), realiza un ministerio especial del clero: es uno de los exorcistas de la archidiócesis de Madrid. La Virgen María, según sus propias palabras, es “una poderosísima aliada” en la batalla por liberar del maligno a las personas “que realmente sufren una posesión”. Además, añade que “quien no cree en la realidad del demonio está fuera del magisterio de la Iglesia”.
Frente a algunas voces que dentro de la misma Iglesia aseguran que Satanás no es un ser existente sino una suerte de personificación del mal que hace el autor sagrado en la Biblia, Toraño, que posee una larga experiencia en esta pastoral eclesial, asevera que dicha visión sobre el demonio “proviene del método exegético histórico crítico, del racionalismo que entró en la Iglesia”. Pero esta corriente de pensamiento no puede explicar “ciertas situaciones” acaecidas durante los exorcismos, remarca.
“¿Cómo explica el racionalismo que una persona delgada, de 50 kilos, se imponga físicamente a cinco hombres fuertes? ¿Cómo explica que una persona que no sabe nada de latín se ponga de repente a hablar en un latín perfecto? Existen hechos que no son, en modo alguno, explicables a nivel natural, desde la razón o la ciencia”, subraya.
En ese sentido, Toraño recuerda que “en el número 2851 del Catecismo” se afirma que «el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios». Del mismo modo, cita las palabras Pablo VI durante una audiencia general en 1972: «El mal no es solamente una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y perversor. Terrible realidad. Misteriosa y pavorosa. Se sale del cuadro de la enseñanza bíblica y eclesiástica quien se niega a reconocer su existencia; o bien quien hace de ella un principio que existe por sí y que no tiene, como cualquier otra criatura, su origen en Dios; o bien la explica como una pseudorrealidad, una personificación conceptual y fantástica de las causas desconocidas de nuestras desgracias».
Los exorcismos de Hollywood
Toraño rechaza también el retrato de los exorcismos que se hace normalmente en Hollywood: “Un exorcismo no es algo mágico; forma parte de la pastoral de consuelo y de acompañamiento, en ocasiones de larga duración, a personas que sufren males. Por lo tanto, es una ayuda, un sacramental para crecer en la vida cristiana. En ese crecimiento es fundamental el acompañamiento espiritual de la persona y el acompañamiento comunitario, que la persona se inserte en una comunidad cristiana”.
“La comunidad es especialmente importante, porque el gran propósito del demonio es destruirnos y su forma de hacerlo es aislándonos. Fuimos creados para el Paraíso, para la relación en armonía con Dios y con nuestros semejantes, con toda la Creación. Esa es la unidad que el demonio quiere romper, alejándonos de Dios y de los demás. La víctima que entra en un camino de vida cristiana y frecuenta los sacramentos ve aumentada su fe y su esperanza, porque ha vivido una situación sobrenatural. Cambia su vida y aparece una fe impresionante”, remarca.
Distinguir una posesión de simples problemas mentales
Para cerciorarse de que una persona está “poseída” y no sufre sencillamente “problemas mentales”, los exorcistas siguen un proceso, expone Toraño: “El demonio existe y actúa. Esa acción puede afectar de manera extraordinaria a la esfera física y psíquica de una persona, aunque sin entrar en su alma, que es el espacio sagrado donde está la voz de Dios. Así, nunca perdemos la libertad de nuestra voluntad, ni la conciencia”.
“La Iglesia ha tenido y tiene la voluntad de discernir de dónde viene el mal que sufre una persona. Hay causas naturales de los males físicos y causas históricas de los males psíquicos. La herida que sufre la naturaleza humana como consecuencia del pecado original se manifiesta en el daño que recibimos en nuestra historia; en las heridas que sufrimos por carencias de amor y situaciones traumáticas. Todos tenemos heridas, porque nuestros padres no han sido perfectos, aunque lo hayan hecho lo mejor que podían. Esas heridas provocan un sufrimiento psíquico e, incluso, físico. En ese sentido, ahí ya hay una acción remota del mal que proviene del pecado original”, relata.
Así, en estos procesos de acompañamiento pastoral se realiza, en primer lugar, una entrevista “para conocer la vida y la historia” de la persona en concreto: “El discernimiento se hace siempre buscando una explicación natural, no una extraordinaria. Después realizamos oraciones de liberación, para comprobar si hay un mal espiritual observando sus reacciones”.
“Algunas de esas reacciones pueden ser equívocas; por ejemplo, cuando la persona empieza a gritar, temblar o agitarse. Estas manifestaciones pueden venir provocadas por emociones reprimidas que salen, respuestas a heridas emocionales que no están sanadas. En ese sentido, nos ayudamos también para discernir consultando a psiquiatras y psicólogos. Si no se tiene experiencia en este campo, uno puede fácilmente equivocarse viendo una manifestación diabólica en algo que no lo es”, apunta.
Aversión a los objetos religiosos y a los sacerdotes, escupir, blasfemar…
Para hablar de “posesión demoníaca” deben darse “reacciones físicas y aparecer otros elementos, como la aversión a objetos religiosos, el rechazo al sacerdote, escupir, blasfemar… Esto ya indica que puede haber algo más, algo distinto”. En la posesión, “la persona pierde el control de su cuerpo, sometido al control despótico del diablo. En esos instantes, la persona no es ella en sí misma, es el demonio el que se mueve, habla y mira a través de la persona; y es una mirada terrorífica”.
“El control demoníaco es temporal y afecta únicamente a las esferas física y psíquica; el alma está a salvo. Estas víctimas pueden incluso hacer vida normal, pero el demonio las posee en determinados momentos y en ellas se produce un eclipse de consciencia. Por esa razón, lo habitual es que después no recuerden nada de lo sucedido”, indica Toraño.
El exorcismo, señala el profesor de la Universidad San Dámaso es un proceso “que libera a la persona del mal que padece, que al final conlleva su sanación”. En ese sentido, Toraño hace hincapié en que el demonio “siempre entra, como dice san Ignacio de Loyola, por nuestra parte débil, por las heridas no sanadas. Si no se produce un proceso de sanación paralelo al de liberación, a veces, de hecho, no se produce un avance en esta última”. Por ello, “suele ser recomendable en estos procesos una terapia psicológica con un profesional que conozca la fe, las cuestiones espirituales; o que, al menos, no esté en contra de ellas”.
Obsesión y vejación demoníaca
Además de la posesión, Toraño afirma que existen otras dos formas de acción directa del demonio sobre una persona: “la obsesión y la vejación demoníacas”. En la primera se produce “un ataque físico al cuerpo de alguien”, que se manifiesta “a través de molestias físicas inexplicables, como moratones o señales de mordiscos en el cuerpo”. A veces, incluso, “esas molestas afectan al ámbito sexual, con personas que llegan a sentir realmente una penetración, por ejemplo. Hay quienes experimentan palizas, olores nauseabundos o dolencias físicas que no se solucionan. Con estas últimas manifestaciones hay que tener cuidado, porque pueden tener un origen explicable, como un mal diagnóstico médico”.
“En la obsesión demoníaca la persona es atormentada en su psique. Aparecen continuamente pensamientos obsesivos inexplicables contra sí misma y contra los demás. Es un gran tormento, un ataque a la mente con pensamientos muy negativos, violentos y desagradables sobre suicidarse o matar a alguien. Esos pensamientos no provienen de la víctima y no la dejan en paz. También ocurre en los sueños, porque hablamos de un ataque a la psique, a través de pesadillas con imágenes horrendas: sangre, caras y figuras de diablos…”, aduce el exorcista madrileño.
La Virgen María, “esencial” en los exorcismos
En un exorcismo, es de carácter “esencial” recurrir a la Virgen María, apunta Toraño: “María es la gran intercesora y quiere cuidar a sus hijos. En el ritual, lo primero que se hace es pedir su intercesión y la de los santos. Ella es auxilio de los cristianos y consuelo de los afligidos. De esta manera, si la persona se acoge a la Virgen, ella le protege y le acompaña en el proceso de liberación, que en bastantes ocasiones es largo”.
“María es la llena de gracia, llena del amor de Dios, llena de Espíritu Santo, llena de humildad. El demonio no puede soportarla porque el pecado diabólico fundamentalmente es la soberbia. De hecho, en los exorcismos, el demonio dice muchas veces a través de la persona poseída «¡Yo soy Dios!» y exige nuestro sometimiento a él”, asevera.
Así, “mientras que Satanás quiso y quiere ser dios contra Dios, María, por su parte, es humilde”. Por eso, “al final del exorcismo se reza el Magnificat, que muestra cómo la humildad de María vence al soberbio. La Inmaculada se representa habitualmente, recordémoslo, aplastando a la serpiente”.
(Noticia elaborada por el departamento de Comunicación de la Universidad Católica de Valencia)