Transcribimos íntegramente el artículo-homenaje que escribió el catedrático emérito de la Facultad de Teología San Vicente Ferrer, Juan José Garrido, sobre Salvador Castellote Cubells, fallecido el 18 de septiembre de 2023. El escrito fue publicado en el Semanario Paraula, Iglesia en Valencia del domingo 24 de septiembre.
Salvador Castellote: excelente persona, ejemplar sacerdote, gran educador y fiel amigo
Cuando inicié los estudios de Filosofia en el Seminario Metropolitano de Valencia tuve la suerte de tener como superior (formador) a Don Salvador Castellote. Venía de doctorarse en Filosofía en la Universidad de Munich con un trabajo sobre la Antropología de Suárez, trabajo que mereció ser publicado en alemán y, algo más tarde, en castellano, dirigido por los profesores Alois Dempf y Max Müller sucesivamente. Salvador marchó a Munich al poco tiempo de su ordenación sacerdotal (1956) y permaneció allí hasta 1962.
Formaba parte de un grupo selecto de sacerdotes que el entonces rector del Seminario, Don Antonio Rodilla, destinó a estudiar en los centros más prestigiosos del saber cristiano de Europa, con el fin de renovar las ciencias eclesiásticas en Valencia, instaladas desde hacía tiempo en la mediocridad y bastante ajenas al nuevo rumbo que había tomado el pensamiento europeo. Tan pronto como las circunstancias políticas y económicas lo permitieron, comenzó Don Antonio a desarrollar con paciencia y tenacidad su plan, mandando sacerdotes, e incluso seminaristas, a ampliar estudios en Roma, Munich, Lovaina, París y Oxford; el objetivo último era muy claro: convertir los estudios del Seminario en una digna facultad de Teología; cosa, que como es sabido, se consiguió en 1974.
Pero cuando Salvador regresó de Alemania no comenzó inmediatamente la docencia académica sino, como he dicho, fue nombrado superior de la comunidad de filósofos del Seminario. En cierto sentido, fue una suerte para nosotros; sólo en cierto sentido, pues ni yo ni mis compañeros pudimos beneficiarnos directamente mediante las clases de su saber, y esto siempre lo hemos lamentado. Pero suerte, porque tuvimos el privilegio, y el lujo, de tenerlo más cerca de nosotros, de convivir diariamente con él y de hacer la experiencia de su lado más humano, de su bondad, de sus inestimables cualidades de educador y de su caballerosidad. Un superior de las características de Salvador no podía menos que transmitirnos seriedad en el estudio y favorecer nuestra apertura intelectual, y lo hacía recomendándonos lecturas, organizando coloquios, despertando inquietudes, prestándonos libros, etc. Su labor educativa supuso un gran cambio para nosotros. Salvador era un hombre liberal y entonces esa palabra, hoy bajo sospecha, era expresión de un talante abierto y dialogante, respetuoso con el otro y sus ideas, acogedor y más preocupado por lo que une que por lo que separa. Salvador era todo menos rígido; discernía lo esencial de lo anecdótico, y esto en un formador es muy importante; nos abrió nuevos horizontes y nos trató siempre exquisitamente.
Como es natural, a veces nos comentaba algo de sus estudios sobre Suárez. Ello me movió a intentar leer las Disputationes metaphysicae, y no sé exactamente por qué, pero al cabo de un tiempo me centré en la Disputatio 34, que trata el delicado tema de la persona y la personalidad. Quedé sorprendido por la precisión conceptual, erudición, profundad y originalidad del tratamiento del tema, e incluso escribí un pequeño trabajo sobre el mismo. Un día Salvador me prestó un libro de alguien que nos era vagamente conocido: Naturaleza, Historia, Dios de Xavier Zubiri. Lo leí con pasión, aunque muchas páginas me resultaban difíciles de entender. Fue todo un descubrimiento. Y aún hoy lo considero como uno de los mejores libros de filosofía de España en el siglo XX. Me fascinaron sus ensayos sobre Aristóteles y el pensamiento griego y me causó una honda impresión su espléndido trabajo “En torno al problema de Dios”. Si con el tiempo he dedicado una parte no pequeña de mi trabajo al estudio del pensamiento de Zubiri, la causa hay que buscarla aquí: en el libro que Salvador Castellote puso un día en mis manos.
Al terminar mi bienio filosófico en Valencia fui designado para estudiar en el Instituto Superior de Filosofía de la Universidad Católica de Lovaina, y en esa decisión tuvo mucho que ver la mano de Salvador y por ello siempre le he estado agradecido. Si me he permitido contar estas anécdotas personales es para señalar que la labor de Salvador como formador del Seminario fue decisiva para muchos de nosotros. Gracias a él y, por supuesto a profesores como Fernando Cubells, Eduardo Poveda o Rafael Martínez Ferri, en el Seminario de Valencia se creó un clima intelectual muy propicio para las vocaciones filosóficas.
Al cabo de unos años de superior, Salvador pasó a ser profesor de Ética, Antropología e Historia de la Filosofía Moderna en el Seminario de Valencia, más tarde Centro Superior de Estudios Teológicos y, finalmente, Facultad de Teología en 1974. Con el edicto de la erección de la Facultad vino su nombramiento como catedrático de Ciencia Humanas de la misma. Cuando más tarde yo me incorporé como docente en estos centros mi antigua relación con Salvador se convirtió en auténtico compañerismo y amistad. En ningún momento me trató con aires de superioridad, sino todo lo contrario: me ofreció toda su ayuda y apoyo para que yo, joven e inexperto profesor, pudiera desempeñar mi trabajo con cierta dignidad.
El Seminario poseía una revista, fundada y dirigida por Fernando Cubells: Anales del Seminario de Valencia; cuando se erigió la Facultad, dicha revista pasó a llamarse Anales Valentinos. Salvador fue nombrado su director desde los comienzos y lo fue hasta su jubilación. Esta revista ha sido el órgano de las publicaciones científicas de los profesores de la Facultad. Tanto el diseño exterior como la configuración interna son obra de Salvador.
En 1979 Salvador fue elegido Decano de la Facultad, y lo fue entre Decano y Vicedecano durante nueve años. Tres mandatos consecutivos. En esos años desplegó toda su capacidad de iniciativa. Señalo sólo algunas cosas: la creación del servicio informático (SIFTEL). Salvador ha sido un pionero entusiasta en este campo, algo en lo que yo no le he salido buen discípulo; la Academia de Lenguas Clásicas y Bíblicas y la Academia de Lenguas Modernas, la organización de Cursos de Teología para seglares con la finalidad de que obtuvieran la Dei y la Cátedra de Teología de la Universidad, de efímera pero fructífera existencia.
A partir de 1981 tuvo que compaginar el trabajo docente y de Decano con el de Director y profesor de la Escuela Universitaria de Magisterio (EDETANIA). Y todo ello sin descuidar el estudio y la investigación. Así, tan pronto como pudo a su regreso de Alemania, convalidó en Valencia su doctorado en Filosofía con el trabajo Un manuscrito inédito de Suárez: De anima, dirigido por Fernando Montero y publicado más tarde por el Seminario Xavier Zubiri y la editorial Labor (1978), con una presentación del mismo Zubiri. Sus escritos sobre Suárez son numerosos y entre ellos cabe destacar, además de la Antropología de Suárez, los siguientes: La posición de Suárez en la historia (1962), El hombre como persona en Francisco Suárez (1973), Las relaciones humanas. Estudio metafísico-jurídico de las relaciones trascendentales según F. Suárez (1981), Teoría epistemológica de F. Suárez a la luz del manuscrito inédito De anima (1988), De incarnatione según Suárez (2003); edición digitalizada en latín de todas las Diputationes metaphysicae, en colaboración con los profesores J. P. Coujou, J. P. Doyle y M. Renemann. Y, por supuesto, el interesante libro Francisco Suárez. Teoría sobre el espacio de la inmensidad y la infinidad de Dios al espacio imaginario y los mundos posibles, Valencia, 2015. Todo esto y otros escritos que no nombro lo avalan como uno de los suarecianos más competentes de nuestro tiempo.
Pero el horizonte intelectual de Salvador no se agotó en Suárez. Hombre eminentemente inquieto, se ha asomado a los problemas filosóficos de nuestros tiempos con estudios sobre K. Jasper y Romano Guardini, entre otros; ha entrado en el corazón de los debates éticos actuales, ha ahondado en el tema de la comunicación personal e intraeclesial, ha analizado el antiguo y actual tema de la relación cuerpo-alma, ha historiado los movimientos de Reforma y Contrarreforma en el siglo XVI y finalmente se ha atrevió con el género biográfico con el libro Vida y escritos del obispo Salvador Castellote y Pinazo, reivindicando la valía intelectual y pastoral de este prelado valenciano de finales del siglo XIX y comienzos del XX, tío abuelo suyo. Sin olvidar su trabajo como traductor al castellano de obras muy importantes de filosofía, teología y espiritualidad.
Decía un profesor mío de Lovaina que los manuales en general, y especialmente los de Filosofía y Teología, debían de ser el fruto maduro de una vida de estudio y docencia; que en su brevedad y concisión tenían que ser exponentes del dominio de la materia en cuestión, en su método, planteamientos y propuestas, y que debían de saber prescindir de las cuestiones periféricas para tratar lo importante. Pues bien, esto es lo que hizo Salvador. En plena madurez, casi al final de su docencia académica nos ofreció dos esplendidos manuales, condensación de muchos años de docente e investigador: Compendio de Antropología en 1999 y Compendio de la Ética filosófica e historia de la Ética en 2001. Una rápida mirada a los mismos deja ver inmediatamente no sólo la vastedad de los conocimientos de su autor sino sobre todo lo pertinente de sus reflexiones metodológicas y la profundidad de sus análisis. Especial importancia reviste el Compendio de Antropología; Salvador se sintió desde muy joven fuertemente inclinado a la búsqueda de una comprensión filosófica que, sin despreciar los resultados parciales de la ciencia, pudiera ofrecer una visión integral y homogénea de la realidad personal. Esta preocupación por el estudio del hombre es la que le llevo a tomar como tema de tesis doctoral la antropología de Suárez, convencido de que en este campo los pensadores clásicos tenían mucho que decir, sobre todo en lo que respecta al planteamiento filosófico, y procurando conjugar así el pensamiento europeo contemporáneo con el pensamiento español del siglo XVI y XVII.
Dada su preparación y su talante intelectual, Salvador hubiera podido hacer, si se lo hubiera propuesto, una brillante carrera en la Universidad civil donde, además, hubiera podido tener buenos medios de estudio y de trabajo. Pero en ningún momento se planteó esta alternativa, por lo demás legítima. Siempre entendió su trabajo intelectual y docente como un servicio a la Iglesia y como parte integrante de su ministerio sacerdotal. Desde el primer momento sabía lo que esto significaba de renuncia: trabajar en condiciones muy precarias y tener que llevar a cabo tareas poco favorables al estudio. Pero hizo esta renuncia con convencimiento y con alegría de quien está siendo coherente con su vocación. Con esta renuncia quien ha ganado ha sido la Facultad de Teología y generaciones de alumnos, sacerdotes y laicos, que se han beneficiado de su magisterio.
En el año 2000 la Iglesia premió esta entrega y sus trabajos nombrando a Salvador canónigo de la Santa Madre Iglesia Catedral; y en 2002 pasó a la condición de profesor emérito de la Facultad. Pero esto no supuso una disminución en cantidad y calidad de su actividad intelectual. Ha sido sorprendente y admirable su capacidad de trabajo y entusiasmo, yo diría que juvenil, con el que, ya jubilado, emprendió nuevas tareas investigadoras.
Soy consciente de que estas palabras mías no hacen justicia a lo que ha sido la vida y trabajo de Salvador; pero en ellas he condensado mi agradecimiento, mi reconocimiento y mi admiración a Salvador por todo lo que nos ha aportado su rica vida personal y sacerdotal.
El pasado lunes, 18 de septiembre, falleció Salvador a los 91 años y 67 de ministerio sacerdotal, tras una larga enfermedad. Descanse en paz. Sin duda alguna el Señor habrá premiado ya su bondad, sus trabajos y sus desvelos en favor de la Iglesia y la Evangelización.
Por Juan José Garrido Zaragozá, catedrático emérito de la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia.