ChatGPT, TikTok, Instagram, YouTube… En pleno auge de la Inteligencia Artificial o de las redes sociales, en las que priman la imagen por encima de las palabras, ¿cómo puede la Teología renovar su lenguaje y potenciar así su misión de dar razón de la esperanza cristiana?
Decanos de algunas de las facultades de Teología de España ofrecieron un enriquecedor e interesante panel comunicativo en el que presentaron sus respectivos puntos de vista para tratar de responder al tema propuesto: Nuevos lenguajes de la Teología en las coordenadas del mundo contemporáneo. La mesa redonda se organizó como parte de los actos que conmemoran el 50 Aniversario de la creación de la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de la Universidad Católica de Valencia (UCV).
En el encuentro, que se desarrolló en el salón de actos de la sede de San Juan y San Vicente de la UCV, participaron José Antonio Badiola, decano de la Facultad de Teología del Norte de España (sede Vitoria); Manuel Palma, decano de la Facultad de Teología San Isidoro (Sevilla); Gregorio Guitián, decano de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra (Pamplona); y Fernando Susaeta, vicedecano de la Facultad de Teología del Norte de España (sede Burgos). La bienvenida a la jornada fue a cargo de Santiago Pons, decano de la Facultad de Teología de Valencia, mientras que el profesor Vicente Tur fue el encargado de presentar a los ponentes.
«La Teología vale la pena y hacemos un servicio a la sociedad», apuntó el profesor Tur. La propuesta quería «reflexionar acerca de la relación entre Teología y palabra, lenguaje, que es consustancial a nosotros ya que, no sólo las palabras son el instrumento de esta disciplina, sino sobre todo porque el contenido de esta disciplina es la Palabra, en mayúsculas».
«Nuestra fe es histórica y por eso no tiene miedo de preguntarse ¿de dónde vienen estos conceptos?; reconocer que están en evolución, a la vez que confiesa que intentan referirse a una realidad inmutable y humanamente inabarcable», dijo el profesor Tur.
La Teología debe encontrar su autoridad, entendida desde la autenticidad y la coherencia
Juan Antonio Badiola, decano de la Facultad de Teología del Norte de España (Vitoria), comenzó su intervención recomendando a los presentes una conferencia «espléndida» de Josep Maria Esquirol en la Fundación March: La condición humana: ¿océano o desierto? (PINCHA AQUÍ PARA VER LA CONFERENCIA). Esquirol argumenta que hay dos grandes metáforas para hablar de la existencia humana y que son como irreconciliables. Por un lado, el océano, la existencia humana que forma parte de un cosmos, o de un vientre materno de la creación en el que todos estamos seguros. En el otro lado está la metáfora del desierto, en el que cada uno de nosotros somos pequeñas líneas verticales en medio de una horizontalidad vasta, implacable y cruel.
En este sentido, considera Badiola que «la globalización, el nuevo mundo de las tecnologías o de la inteligencia artificial cubre unas realidades que son absolutamente individuales». Así, «un mensaje dirigido a ese mundo único sirve para muy poco». Por ello «no creo que haya un solo mundo contemporáneo, sino muchos, casi tantos como personas».
Citando a Esquirol, el ponente presentó las amenazas del tiempo contemporáneo para los mensajes: la disgregación que trae la sociedad de consumo, la distopía, la angustia nihilista, la postmodernidad, el egocentrismo, la patologización de la vida, el dogmatismo imperante, el vacío, la degradación, el empobrecimiento del lenguaje, la anulación del sentido crítico… «Frente a eso, Esquirol propone una filosofía de la proximidad: sentido crítico, silencio, reflexión, el amparo del hogar, el cuidado de sí mismo y de la intimidad, la soledad que brinda fortaleza espiritual, la experiencia de compartir lo cotidiano, la voluntad del encuentro, de acoger al otro… Sería bueno que allí donde Esquirol dice filosofía, nosotros pusiéramos teología… La Teología de la proximidad».
Añadió Badiola que en el momento actual «en muchos lugares ya hay varias generaciones que están muy alejadas» del pensamiento cristiano. En estos casos, hay que trabajar lo que llama el «modelo culto», que consiste en «compartir con los destinatarios gran parte de su cosmovisión» para tratar de integrar el mensaje propio. Como ejemplo de lo que comenta, está el discurso de Pablo en el areópago de Atenas, puesto que su predicación se proclama ante un auditorio extraño.
Así, las claves del discurso de Pablo fueron la «simpatía» por el auditorio, comenzar el anuncio con lo que se tiene en común con ese auditorio, usar los argumentos y las herramientas de los que le oyen y, finalmente, «ofrecer el propio anuncio».
A juicio del decano de Vitoria, también hay que ser conscientes de las expectativas del lenguaje de la Teología en nuestro mundo. «Nuestro mensaje consiste en ofrecer al mundo una persona, Jesús de Nazaret, y un proyecto, el Reino de Dios». «Si por algo destacó Jesús fue por una autoridad reconocida: todos le reconocían autoridad», señala Badiola. Y en su etimología griega, autoridad tiene que ver con autenticidad, «uno es lo que hace y lo que dice». En definitiva, «autoridad es autenticidad y coherencia». Es una condición «indispensable para que nuestro mensaje sea atendible».
Hay que repensar una nueva forma de relación entre el lenguaje y el objeto divino
Manuel Palma, decano de la Facultad de Teología San Isidoro de Sevilla, planteó su intervención desde el horizonte de la fenomenología, donde se encuentran «algunas vías interesantes para contemplar el fenómeno lingüístico en relación con el acontecimiento de Dios que da forma a la propia Teología».
Explicó Palma que «el elemento lingüístico, el logos de la Teología, que parte de la capacidad racional que el ser humano tiene para determinar el objeto al que se refiere, no puede comportarse ante Dios como lo hacen el resto de las ciencias que operan con sus objetos. Y es que Dios no puede ser reducido mediante la capacidad conceptual, mediante el uso de conceptos».
«El cristianismo naciente fue reacio a usar la palabra teología para referirse al lenguaje sobre Dios, huían de esa palabra», señaló. Según el decano de Sevilla, el filósofo francés Jean-Luc Marion pone de relieve cómo la famosa sentencia de Nietzsche, «Dios ha muerto», «debe ser entendida como el final de un modo lingüístico de referencia a Dios». Quiere esto decir, a juicio de Manuel Palma que «ha cesado la fe ciega en la capacidad lingüística de conceptualizar al ente divino de un modo formal, y de repensar una nueva forma de relación entre el lenguaje y el objeto divino, entre el Theos y el Logos que dan forma a la palabra Teología».
Siguiendo al filósofo francés, Palma desarrolló tres lugares para que esa relación entre el lenguaje y el objeto divino pueda ser renovada: el icono, el testimonio y el don o el perdón, en su faceta más elevada.
El reto de pensar la fe y comunicarla en el contexto actual
Gregorio Guitián, decano de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra (UNAV), entiende la Teología como un «pensar la fe de manera que podamos transmitir y llegar a mostrar la belleza del Evangelio y de la vida cristiana en un mundo que parece entenderla cada vez menos».
«Pensar la fe y comunicarla en el contexto actual es un reto», apuntó. Cada vez se percibe más la «necesidad de estar atentos para que el lenguaje que emplea la Teología no engañe a la audiencia con aproximaciones que introducen falsas dicotomías o dialécticas».
El decano de la Facultad de Teología de la UNAV citó tres autores como ejemplo de aproximaciones teológicas que, sin renunciar a la integridad de la fe y del mensaje, buscan persuadir a la razón y al corazón»: Joseph Ratzinger, el obispo estadounidense Robert Barron y el prelado noruego Erik Varden.
Apuntó Guitián que «todos hemos podido comprobar el efecto de confundir la adaptación con la desfiguración de la identidad cristiana». Para la difusión del mensaje evangélico en la actualidad encontramos «indiferencia, prejuicio, ignorancia, desorientación… y sin embargo, sabemos que la fe, si se conserva en integridad, no ha perdido ni un ápice de su capacidad para transformar la vida de las personas y de salvarlas de la angustia».
Recordó unas palabras de Robert Barron: «Lo más decisivo del cristianismo es la encarnación y sus consecuencias. Para un católico, lo característico es la prolongación de la encarnación en el espacio y en el tiempo».
Añadió Guitián que «las propuestas teológicas que a través de historias buscan mover el corazón, pero no resisten el examen de la razón, quizá impulsan a la acción, pero en el fondo construyen sobre arena». «El ser humano es corazón y es razón, es alma y es cuerpo, es individual y es social… por eso, la propio de la fe católica es la paradoja de la doble afirmación: Dios es Uno y Trino, Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre, María es virgen y madre.»
«El lenguaje que emplee la Teología ahora debe conectar con la experiencia de la vida de las personas, y en ese sentido tiene un papel decisivo las historias reales, que facilitan la apertura de la razón y del corazón», dijo. Además, «hemos de estar atentos a no cercenar la fe que queremos transmitir. Con un modo de expresarse atento a su tiempo Jesucristo, no sólo ha persuadido con la verdad a la razón o al corazón, sino a las dos a la vez, y así debe hacer también la Teología».
Ante el colapso epistémico, el trabajo permanente de invención
Fernando Susaeta, vicedecano de la Facultad de Teología del Norte de España (sede Burgos), inició su exposición reconociendo que la sociedad actual considera la Teología «esencialmente abstracta y compleja», además de «totalmente estéril al plantearse problemas ajenos al día a día».
Propuso Susaeta establecer «la invención como tarea permanente de la Teología y este proceso de invención debe hacerse teniendo en cuenta la realidad sociocultural desde la que se piensa y articula».
Considera que «estamos siendo testigos de un auténtico colapso epistémico». A su juicio, el cambio de época que se está viviendo «no consiste en un fallo o declive de algún aspecto parcial de nuestro mundo, sino de una quiebra radical, sistémica y estructural de la cultura hasta ahora vigente». En este nuevo paradigma «las brújulas referenciales hasta ahora vigentes ya no sirven».
Ante el derrumbe del mundo ilustrado de herencia judeo-cristiana, el vacío dejado ha sido sustituido «de forma eficaz y exitosa por el continente digital y los poderes que lo controlan». «Lo digital nos ha cambiado. Lo analógico y el mundo que representa ha quedado obsoleto. Se habla de una nueva ontología, la digital, claramente distinta de la clásica», afirma. Algunos autores incluso consideran que «lo computacional puede contemplarse no solo como una nueva sacralidad, sino como una nueva ontoteología».
Para algunos autores, la Iglesia como institución y la reflexión teológica no ha tomado nota de la «profunda transformación sociocultural» que se viene arrastrando desde hace siglos: «el fin de la cristiandad, en cuanto a imagen de un mundo coherente en todos los dominios de la vida». Esta situación no se debe considerar como una catástrofe puesto que «debería suponer el paso de la cristiandad al cristianismo».
Planteó a partir de aquí Fernando Susaeta que ante este «colapso epistémico» una de las opciones posibles es «el trabajo permanente de la invención», punto en el que citó el esfuerzo del propio profesor Vicente Tur, moderador del panel. Tur «reivindica la creatividad en el desarrollo teológico por su capacidad para generar realidades nuevas».
Invención, para el vicedecano de Teología de Burgos, no se trata de una mera «fantasía imaginativa, sino de un sereno revisitar la realidad con el objetivo de desentrañar nuevas dimensiones de su ser más profundo». Desde esta clave «el esfuerzo de invención es un modo de tratar con la realidad que nos conduce a lo real, más allá de teorías o apariencias».
Propone, así, el trabajo de invención «como instrumento válido para la reflexión teológica y se debe realizar teniendo en cuenta las advertencias que emanan de la epistemia reinante». El «hablar teológico tiene que integrar, necesariamente, el contexto actual».