El 4 de febrero de 2019, durante la visita apostólica del papa Francisco a Emiratos Árabes, el sumo pontífice y el gran imán de Al Azhar, Ahmed el-Tayyeb, firmaron la llamada Declaración de Abu Dabi, que expresaba la voluntad compartida de que musulmanes y cristianos velen por toda persona humana, y de hacer un llamamiento particular a los líderes intelectuales y los medios de comunicación, para que promuevan la paz.
En una época “de peligro” a causa del “extremismo religioso y nacional”, el Documento sobre la Fraternidad Humana por la Paz Mundial y la Convivencia Común, su nombre oficial, pide el fin a las guerras, el terrorismo y la violencia en general, “especialmente aquella relacionada con el ámbito religioso”, como afirmó recientemente en la Universidad Católica de Valencia (UCV) el cardenal Miguel Ángel Ayuso, prefecto del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso del Vaticano.
Ayuso, que participó en un seminario interreligioso impulsado por la Cátedra Yves Congar de la Facultad de Teología de la UCV, subrayó la necesidad de la unión fraternal que vertebra la Declaración de Abu Dabi: “Los hombres y mujeres de diferentes tradiciones religiosas debemos hablar de nosotros y de toda la humanidad como hermanos ahora que la fraternidad y la paz están amenazadas desde muy diversos frentes, en medio de un clima social deteriorado”.
La encíclica Fratelli tutti, en el capítulo octavo, invita a relacionarse con las otras religiones desde una mirada clarividente, misericordiosa, pero el Documento de la Fraternidad Humana se considera un hito en el diálogo interreligioso. ¿Cuál es la razón? ¿Y a qué nos exhorta el papa?
No se puede comprender el documento si no se lo inserta en el largo camino de las relaciones interreligiosas de la Iglesia católica, que encontró expresión oficial en el Concilio Vaticano II. El compromiso de la Iglesia católica con el diálogo interreligioso que abre el camino de la paz forma parte de su misión originaria. El documento fue un hito en el camino del diálogo interreligioso. El hito, como todos sabemos, marca un punto en el viaje que no coincide ni con la salida ni con la llegada.
El documento es audaz y profético porque aborda algunos de los problemas más urgentes de nuestro tiempo, llamándolos por su nombre, invitando a los creyentes y a los hombres de buena voluntad a un examen de conciencia y a asumirse, con confianza y determinación las propias responsabilidades para la construcción de un mundo más justo e inclusivo. Si este documento representó un hito en el camino del diálogo interreligioso, la encíclica Fratelli tutti, nos exhorta a pisar un terreno común ligado a una antigua verdad, que puede sonar nueva en el mundo que nos rodea, a menudo atrofiado por el egoísmo: la fraternidad humana.
La encíclica se propone profundizar los grandes temas expuestos en el documento sobre la fraternidad y responder a las solicitudes que recibió el papa por parte de muchas personas y grupos de todo el mundo.
El mensaje del documento es universal, no limitado por el espacio o el tiempo. En este sentido, ¿cree que sus contenidos pueden concretarse en acciones?
El documento en sí – como bien lo explicó el santo padre – si bien nació como fruto de una larga y cuidadosa reflexión común en ámbito musulmán y católico, no tiene nada que no pueda ser compartido por los demás. En este tiempo sin precedentes la enseñanza del documento sigue trazando un camino muy preciso que pueden seguir todos los hombres de buena voluntad.
Debemos dejar de lado prejuicios, indecisiones y dificultades. Sin renunciar a nuestra identidad ni recurrir al irenismo fácil, con fuerza y coraje, debemos afirmar la necesidad de la fraternidad humana y de la amistad social como condiciones necesarias para obtener la paz que todo el mundo anhela. La fantasía que nace del amor al prójimo en necesidad nos guiará a realizar las acciones necesarias para construir una sociedad fraterna.
El texto se refiere en distintas ocasiones al extremismo ciego, al fanatismo también. Muchas veces la ignorancia es fermento de violencia e intolerancia. Es importante conocernos, pero también saber expresarnos. ¿Fallamos en ese sentido?
Frente a una humanidad herida por tantas divisiones y fanatismos ideológicos, el papa y el gran imán han demostrado que la promoción de la cultura del encuentro y del conocimiento del otro no es una utopía, sino la condición necesaria para vivir en paz y dejar a las futuras generaciones un mundo mejor del que vivimos. La Iglesia católica es consciente del valor que reviste la promoción de la amistad y del respeto entre hombres y mujeres de distintas tradiciones religiosas. El camino de la violencia y del odio no resuelve los problemas de la humanidad, y utilizar el nombre de Dios para justificar este camino… ¡Es una blasfemia!
La violencia de propaganda y realizada en nombre de la religión no puede hacer otra cosa que desacreditar a la religión misma. Es indispensable excluir cualquier absolutización que justifique cualquier forma de violencia. La violencia, de hecho, es la negación de toda auténtica religiosidad. Debemos denunciar y condenar los intentos de justificar cualquier forma de odio en nombre de la religión como lo que son: una falsificación idolátrica de Dios.
El extremismo no tiene nada que ver con la religión, por lo que debemos encontrar modos para frenarlo. Nuestro objetivo es construir puentes entre religiones y culturas para que no se asocie el extremismo a la religión.
Entiendo que esta advertencia es una de las razones por las que el papa pide que sus páginas sean objeto de investigación en todas las escuelas, universidades e institutos de educación y formación. ¿Cree usted que esta petición ha sido escuchada, acogida y asumida por los centros católicos?
La perspectiva de educarse y de educar a una cultura del encuentro, de la fraternidad, de la paz conlleva como consecuencia inevitable la voluntad de replantear desde esta óptica, también los itinerarios formativos y académicos en las escuelas, en los institutos de formación, en las universidades.
Las instituciones de educación eclesiásticas están llamadas a convertirse en lugares en los que la búsqueda de la verdad pase a través de la confrontación interreligiosa e intercultural; es decir, escucha y diálogo no solamente con las otras Iglesias y comunidades eclesiales que se adhieren a otras convicciones religiosas, sino también “con los que cultivan otras disciplinas, creyentes o no creyentes, tratando de valorar e interpretar sus afirmaciones y juzgarlas a la luz de la Verdad revelada”, como se cita en la Veritatis gaudium.
Debemos desarrollar un diálogo sincero con las instituciones sociales y civiles, con centros universitarios y de investigación, con las autoridades religiosas y con todas las mujeres y los hombres de buena voluntad, para construir pacíficamente una sociedad inclusiva y fraterna y también para custodiar la creación.
Lo que señala recuerda lo que dijo el santo padre en Marsella, en el marco de la conclusión de los Encuentros del Mediterráneo, donde invitó, ya desde niños, a “mezclarse” con los demás para superar muchas barreras y prejuicios. Si esto que afirmó el papa no se entiende bien, ¿no existe el riesgo de que la identidad quede diluida?
La perspectiva y el objetivo del diálogo es trabajar, mediante una auténtica colaboración entre creyentes, para conseguir el bien de todos, luchando contra tantas injusticias que aún afligen a este mundo y condenando todo tipo de violencia. Por eso, mirando hacia el futuro, debemos tomar conciencia de que las religiones no deben encerrarse en sí mismas, sino que, como creyentes y permaneciendo bien enraizados en nuestra propia identidad, nos dispongamos, a pesar de nuestras diferencias, y junto a todas las personas de buena voluntad, a recorrer el camino de la fraternidad humana.
En el mundo hay muchas religiones y nosotros, desde el punto de vista interreligioso, tenemos que saber activar una relación, como quiere el papa, de respeto y de amistad a través de la cual podamos defender la igualdad como seres humanos que somos, también creyentes, con diferentes visiones, pero sin renunciar a nuestra propia identidad, sino reclamando un poco la sinceridad de las intenciones. No se puede dialogar en la ambigüedad; hay que prestar atención al otro: quien reza y piensa de manera distinta a la mía no es un enemigo; es preciso creer en la sinceridad de las intenciones recíprocas.
¿Qué dificultades tiene hoy el diálogo interreligioso? ¿Se puede hacer alguna baremación sobre formas o expresiones de la religiosidad más y menos dispuestas al diálogo?
Con la firma de la declaración se creó un espacio de apertura, sinceridad y colaboración, en el cual se podrán disolver – con prudencia y discernimiento – los numerosos nudos restantes. De hecho, como nos dice frecuentemente Papa Francisco, se ha construido un puente porque el Documento sobre la Fraternidad es una exhortación a mirar con misericordia la vida de los demás, a tener compasión por los pobres, a trabajar juntos por el bien de nuestra casa común, que es la Creación. Es necesario, sin duda, intensificar una fructuosa cooperación con los creyentes de las otras tradiciones religiosas sobre asuntos de común interés con vistas al bien de la familia humana y de nuestra “casa común”.
Creo poder afirmar que, durante los próximos años, a pesar de las dificultades, la Iglesia y el mundo se comprometerán más en responder al gran desafío que es el diálogo interreligioso. Ese es, entre otras cosas, el requisito para que las distintas religiones, cada una con su propio equipaje religioso y humano, contribuya a establecer la paz, que es un bien indispensable para todos y un anhelo de cada ser humano. En todos estos años se ha avanzado mucho pero todavía queda mucho por hacer. Aún hoy estamos llamados a reconocer, conservar y hacer progresar todos los valores espirituales, morales y socioculturales que se encuentran en las religiones.
Una convicción expuesta en el Vaticano II es que en todas las religiones hay semillas de verdad. Sin embargo, el hombre sólo puede ser salvado por Jesucristo. Si bien no tiene sentido hacer proselitismo de la fe, tampoco se puede evangelizar sin anunciar esta verdad. ¿Es un callejón sin salida en el diálogo interreligioso?
En el mundo hay muchas religiones y nosotros, desde el punto de vista interreligioso, tenemos que saber activar una relación, como quiere el papa, de respeto y de amistad a través de la cual podamos defender la igualdad como seres humanos que somos, también creyentes, con diferentes visiones, pero sin renunciar a nuestra propia identidad, sino reclamando la sinceridad de las intenciones.
Ahora es el momento de comenzar a construir algo nuevo: es el momento de comenzar a crear la nueva vida de fraternidad… Los católicos queremos, en Dios y con Dios, un corazón abierto al mundo entero. Vivimos una amistad social porque somos llamados al encuentro, a la solidaridad y a la gratuidad. El otro diferente de nosotros es un don y un enriquecimiento para todos, porque las diferencias representan una posibilidad de crecimiento.
(Esta entrevista se publicó originalmente el 19 de diciembre de 2023 en ESTE ENLACE de la página web de la Universidad Católica de Valencia, ucv.es)