La Academia de Lenguas Bíblicas, Clásicas y Orientales de la Facultad de Teología San Vicente Ferrer retoma las conferencias que profundizan en el contexto cultural y social de los idiomas que estudia. Se trata de una propuesta que aspira a entender mejor dónde nacieron y cómo se desarrollaron las diferentes lenguas para que el alumnado se acerque a la comprensión de las mismas así como al conocimiento de las raíces de nuestra cultura.
En esta ocasión nos acercaremos a uno de los aspectos relacionados con el acadio, una lengua semítica actualmente extinta, que fue hablada en la antigua Mesopotamia principalmente por asirios y babilonios durante el II milenio a. C. Fernando Ramón, rector del Seminario Mayor La Inmaculada y docente de este idioma, ofrecerá la conferencia El sacerdocio en Mesopotamia. Será el miércoles 9 de noviembre, a las 17:00 horas, en el aula S-4 de la sede de la Facultad de Teología de Valencia, en la calle de la Cenia, 10.
El acadio se escribe usando un sistema de escritura cuneiforme derivado del sumerio. El nombre procede de la ciudad de Acad.
«Siempre que profundizamos hacia el pasado y nos acercamos a los orígenes de nuestra civilización, descubrimos aspectos interesantes que nos ayudan también a entender el presente», señala Fernando Ramón. Y es que el ser humano siempre ha tenido «una sed de trascendencia». Para el ponente no cabe duda de que «la actitud religiosa forma parte de la personalidad constitutiva de las personas». Por eso «la religión y sus distintas maneras de expresión se encuentran en las culturas más primitivas de nuestro entorno».
En este sentido, dentro de las distintas religiones «siempre aparece una figura que es mediador entre la divinidad y el ser humano: la figura del sacerdote». En la conferencia «vamos a intentar hacer un recorrido por el vocabulario mesopotámico, asirio y babilonio, para referir a la figura del sacerdote y también por las funciones que desempeña en la sociedad», apunta Ramón.
Orígenes de la lengua acadia
El acadio llega a Mesopotamia desde el norte con los pueblos semíticos. Los primeros nombres propios acadios recogidos en textos sumerios se remontan al 2800 a. C., lo que indica que, al menos en esa época, gente de habla acadia se había instalado en Mesopotamia. Las primeras tablillas escritas enteramente en acadio usando el sistema cuneiforme datan de 2400 a. C. pero no hay un uso importante del acadio en la escritura antes del 2300 a. C. Es entonces, al formarse el Imperio acadio con Sargón I, que crece la importancia de la lengua y su uso en documentos escritos hasta llegar a convertirse en la lengua dominante en Mesopotamia por espacio de 1.000 años. Con su implantación, el acadio relegó el empleo del sumerio a textos legales o religiosos.
Los faraones egipcios y los reyes hititas utilizaron el acadio para comunicarse entre sí. Los funcionarios de Egipto escribían en este idioma en sus relaciones con sus vasallos en Siria y la mayoría de las cartas halladas en el-Amarna están escritas en acadio.
Los sacerdotes en Mesopotamia
El centro de la vida espiritual en Babilonia y donde se adoraba a los numerosos dioses de su religión era el templo. Se trataba un gran complejo que incluía varias estructuras: un recinto sagrado en el que se consideraba que vivían el dios y su esposa, hijos y familia divina; una cámara de los santos, un claustro y diversos edificios destinados a cumplir la función de almacén, vivienda de los sacerdotes, archivo, escuela, etc. Los templos babilonios seguían unas pautas similares a los sumerios, de los que eran herederos. Además de estas dependencias junto al templo había una gran torre escalonada o zigurat, que ha sido interpretada como un nexo de unión entre el mundo terrestre y el celestial. Los sacerdotes o shangu estaban sujetos a la dirección de un gran sacerdote, llamado enum o makhkhu. El sacerdocio se dividía en un gran número de categorías, según las funciones que cada cuerpo debía realizar. Los trabajos que realizaban los sacerdote eran muy variados, e iban desde la enseñanza de la escritura hasta la realización de encantamientos, pasando por entonar cánticos, realizar purificaciones, etc. También existían sacerdotisas, gobernadas por la entum. Con funciones diversas y grados de especialización diferente, las sacerdotisas estaban muy relacionadas con la diosa Ishtar, de cuyo culto orgiástico se encargaban en ciudades como Uruk, Sippar y Babilonia.
Los asirios no sólo incorporaron dioses babilonios a su panteón, pues incluso la manera de celebrarlos y adorarlos fue también foránea. El culto aparece regulado hasta en sus más mínimos detalles. En él, el rey es considerado el vicario del dios en la tierra (ishshiakum), participando en los cultos y ritos como shangu supremo (caso de la takultu o banquete sagrado). Algunos soberanos, particularmente en época sargónida, intentaron llevar más allá su relación con lo sagrado, haciéndose venerar como dioses. Estos fueron Sargón II, Assarhaddon o Assurbanipal, por ejemplo. Con respecto al estamento sacerdotal, existían diversos cargos y funciones. Sacerdotes y sacerdotisas, agrupados en colegios religiosos (erib biti, «los que entran en la Casa») estaban bajo la autoridad de un jefe (shangu) y un administrador (shatammu). Estos sacerdotes se encargaban de cuidar los templos, vigilar la desviación de la norma religiosa, organizar el culto, etc. Sus funciones incluían el cuidado de las estatuas de los dioses, tratadas como si fueran humanas, pues era necesario lavarlas, alimentarlas y vestirlas. También debían preparar las diversas ceremonias y fiestas, como las del Año Nuevo o Akitu, así como organizar las plegarias y sacrificios. Aparte de los dioses del panteón, los asirios creían en seres sobrenaturales muy ligados a los fenómenos de la naturaleza. El conocimiento y control de estos seres o fuerzas dio lugar al desarrollo de prácticas adivinatorias, astrológicas, oraculares y onirománticas.